....."… - Voy a cumplir cien años, y he visto cambiar todo, hasta la posición de los astros en el universo, pero todavía no he visto cambiar nada en este país –decía- . Aquí se hacen nuevas constituciones, nuevas leyes, nuevas guerras cada tres meses, pero seguimos en la Colonia …"


miércoles, 25 de febrero de 2009

Acerca de Jorge Pizarro, el "vacío de cerebro", la Policía en todas las esquinas y mi vecino menemista

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Cae la tarde en Sarandí después de un día tranquilo. Para los que no lo conocen, es un barrio común, casas bajas, poco tránsito, poco ruido, pocas nueces, poca gente. Un lindo barrio, aunque solo estoy hablando del mío, uno de los tantos barrios de Sarandí, que es muy grande. Habría que definir, como tantas veces quisimos hacerlo entre amigos, pero sin llegar a nada, lo que es un barrio, el barrio de uno… ¿es la manzana en donde vivo y algunas que la rodean? Y si es así: ¿Cuántas manzanas de todas las que lo rodean? ¿Es las cuadras por donde yo mas suelo andar y, por ende, los lugares en que mas vecinos conozco? ¿Es los lugares por los que andaba en bicicleta cuando era chiquito y empezaba a andar solo por la calle? ¿O es, tan solo, evitando el plano sentimental de las anteriores hipótesis, lo que la delimitación oficial de las calles indica?
Sea lo que sea, mi barrio es un lugar en donde vivo desde casi siempre, y en que vive mucha gente que conozco, que fue creciendo conmigo. Unos nacieron, otros crecieron, otros se hicieron viejos y otros se fueron muriendo. Mi barrio es un lugar que, además de vecinos, tiene problemas, como todo barrio. Problemas graves.
En esa tarde, normal y hermosa, que estaba cayendo en Sarandí, dos vecinos tocaron el timbre de mi casa para charlar sobre uno de los problemas: la inseguridad.
A uno de los vecinos no lo conozco, y al otro si, es el de acá a la vuelta, mi vecino menemista. Resulta que un grupo de ellos, harto de los robos a los que somos sometidos, a veces unos, a veces otros, venía a hablarle a mi viejo sobre algunas medidas que se estaban empezando a tomar para parar estos hechos.                                                                 
En primer lugar, le contaron sobre una asamblea vecinal que se estaba llevando a cabo, y lo invitaron a participar de la próxima, a la que había prometido asistir el comisario de la zona y el secretario de seguridad del partido, o alguien con un cargo de ese estilo. Nunca entendí bien para qué era la asamblea, aunque deduzco que era para contarle a estos dos señores los problemas de inseguridad que se están sufriendo, cosa que, a esta altura, deben tener más que clara.
En segundo lugar, le preguntaron a mi viejo si no quería ser el “delegado de la cuadra” de un sistema que creo ya se había empezado a utilizar en otras cuadras del barrio. El sistema era, o es, bastante simple: si un vecino ve “algo raro” en su cuadra, hace una cadena telefónica en la cuadra para avisarle al resto de los vecinos y luego avisa al delegado de las otras para que esté alerta, y estos repiten la cadena en sus respectivos lugares. Y supongo que, también, este “delegado de la cuadra” tendría como tarea llamar a la policía.
Como ya dije, algo simple: Hay un ladrón en la cuadra, un vecino se alarma, le avisa a todos, le avisa a la policía, viene la policía, lo agarra y se lo lleva detenido.
En principio, el sistema no estaba mal. Se me ocurrió que si funcionaba como la teoría dice, iba a andar bárbaro y como resultado iba a dar el fin de los robos.
Después lo pensé mejor. Me puse a recordar todas las veces que me robaron en la calle, y me di cuenta de que, dada la rapidez con que ocurren estás cosas y la rapidez con estos pibes se escapan, para que un vecino vea el momento preciso en que a uno lo están robando, debería estar todo el día mirando por la ventana. Pero no puede, porque tiene que trabajar, cocinar, estudiar… hacer su vida, en definitiva, y nadie le pagaría nada por hacer semejante trabajo.
Entonces seguí pensando, y pensando, y pensando, hasta que me dije a mi mismo, por dentro, muy lentamente: “persona que vigila todo el tiempo, está preparada para eso y le pagan por hacerlo… debería se un…” ¡Eureka! Lo descubrí, lo que mis vecinos proponen, en el fondo, es que pongamos un policía en cada esquina.
¡Sería perfecto! Ponemos un policía en cada esquina y se acabaron los robos en la calle, los asaltos a los negocios, los robos en las casas… se acabaría todo. ¿Cómo no se les ocurrió antes?
Pongamos absolutamente a todos los policías del partido de Avellaneda a vigilar las calles de Sarandí, y si hacen falta mas los traemos de otro lado, porque Sarandí es muy grande, como ya dije antes, y tiene muchas esquinas.
Es fácil, vamos a la asamblea revolucionaria vecinal y le exigimos a estas dos personalidades que cumplan con el revolucionario plan. Nuestro barrio pasaría a ser el modelo de seguridad de todos los barrios, y el barrio al que todos quisieran copiar, de un día para el otro se acabaría el problema, sería perfecto, pero… no.
Me olvidé de algo. Tengo amigos en otros barrios del partido… Y si ponemos a todos los policías del partido de Avellaneda a vigilar Sarandí, los ladrones van a ir a robar a otro barrio. ¡Ya sé! Cuando los ladrones se van para Villa Dominico, por ejemplo, les mandamos a toda la policía para allá. Pero no, porque los vecinos de la asamblea van a decir que el plan revolucionario lo inventamos nosotros, por lo tanto es nuestro, y no tenemos por que regalárselo a los giles de Villa Dominico. Y además, en el caso de que nos copemos, y se lo prestemos un ratito, todos sabemos que los ladrones no son boludos, y cuando esté toda la policía allá, van a venir a robar a Sarandí.
Y lo peor de todo es que, una vez que el policía detiene al ladrón y se lo lleva a la comisaría, el tipo sale en un ratito porque es menor, o porque no había hecho nada tan grave como para quedarse.
Otra vez problemas…
Pero siempre hay una solución para todo. Después de días de pensar y pensar sin que se me ocurriera nada, la solución llegó de casualidad. Pasé por la cocina de mi casa mientras mi vieja cocinaba, y estaba la televisión prendida en canal
nueve. Justo estaba hablando Jorge Pizarro sobre un problema que se había suscitado en la famosa “Villa 31” de Retiro. Resulta que unos cuantos vecinos de la villa habían cortado la autopista Illia por un reclamo acerca de unas nuevas medidas, con olor a disputa política entre el Gobierno Nacional y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en la que se proponía demoler unos centenares de viviendas.
Resulta que el señor Pizarro estaba muy enojado porque unos cuantos “vacíos de cerebro” habían tenido dicha autopista cortada por horas, perjudicando así a miles de automovilistas de los que trabajan.
Entre otras cosas, dijo que habría que mudarlos del barrio más caro de Buenos Aires, esto, supongo, porque como todos sabemos, para vivir en uno de los barrios mas caros, uno no puede ser “vacío de cerebro” y si no entendí mal, dijo que había que mudarlos a otras zonas, como el conurbano.
Si lo hubiese dicho unos días antes, cuando el plan revolucionario estaba en la cresta de la ola, no me hubiese importado mucho, pero ahora que en el conurbano estamos otra vez a merced de los ladrones, las palabras de este hombre me empezaron a preocupar bastante.
Me parece que un “vacío de cerebro” es alguien, seguramente hijo y nieto de otros “vacíos de cerebro”, que vive en una villa, que cuando era chico nunca fue la escuela porque son unos vagos y es más fácil salir a pedir monedas o vender cositas en los medios de transporte y después darle la plata al padre para que compre vino, se emborrache, y lo cague a trompadas a el, a sus cuatro, cinco, seis o siete hermanitos, en el mejor de los casos, a la madre, y a todo el que se le cruce o, en un caso diferente, se gaste la plata en comprar pegamento y aspirarlo.
Según tengo entendido, estos “vacíos de cerebro” empiezan a robar desde muy chicos, un poco después de empezar a gastar la plata en drogas, y mucho después de vivir bajo cuatro chapas, hacinados y, como ya dije antes, a los golpes. Y parece que recién después de aprender todo eso, se dedican a cortar la autopista Illia y molestar a la gente que no es vaga y fue a la escuela.
Me fui del tema de la inseguridad en mi barrio, aunque no tanto, así que vuelvo.
Pizarro seguía hablando y yo lo escuchaba atentamente, ya medio aburrido, porque muchas de las cosas acerca de los “vacíos de cerebro” ya las había aprendido mirando otros noticieros, programas de política y, mas que nada, hablando con mi vecino menemista.
Pero entre tanta palabra, de repente, dio en la tecla. Pidió que la policía se pare en la puerta de la villa y no deje entrar o salir a nadie. En realidad, el lo dijo para que no entre ni salga nadie con elementos de construcción, que era el tema que había suscitado toda la polémica, pero a mi se me ocurrió que podíamos cercar las villas de Avellaneda, y que no entre ni salga ningún “vacío de cerebro”.
Ahora si, se acabó la inseguridad. Otra vez, de un día para el otro, se acababa el problema. Me puse a escribir el plan, que iba a hacer estallar en aplausos a la asamblea vecinal, e iba bastante bien, pero empezaron a aparecer dificultades de nuevo.
El primer problema constaba en que si poníamos a toda la policía de Avellaneda a cercar las villas, no iba a quedar nadie para controlar a los “no vacíos de cerebro” que viven afuera, que tienen mucha escuela, universidad, casa, comida y un lindo auto, pero parece que para resolver problemas son bastante boluditos y se agarran a piñas en la calle por si pierde Boca o por si gana River. Y eso sin contar a los “no vacíos de cerebro” mas chicos, que tienen todo lo que necesitan y se destrozan contra un poste corriendo una picada en la calle, arrasando a los pobres giles que justo pasaban por la vereda, y se matan a piñas en la puerta de los boliches de moda porque “mi novia es mas linda que la tuya”.                                                                                                                                                                                         El segundo problema es que adentro de las villas no viven solamente estos “vacíos de cerebro”, sino que vive gente que todos los días trabaja, que todos los días va a la escuela, que todos los días cría a sus hijos.
Al principio no entendía bien ¿Cómo que hay villeros que trabajan? Si yo había escuchado en la tele y me habían dicho en el barrio que son todos unos negros de mierda.
Pero no, hay gente que trabaja. El problema estaba en que si dejábamos salir a esta gente, los otros iban a salir camuflados entre ellos, y ya estábamos en la misma de antes.
Y como si estos problemas fueran pocos, me quedaba que ahí cercados, estos “vacíos de cerebro” iban a procrear a mas “pequeños vacíos de cerebro”, que a su vez iban a crecer y procrear a otros “pequeños vacíos de cerebro” y, otra vez, toda la historia de antes.
Mi segundo plan funcionaría peor que el primero.
Definitivamente, no entendía bien por que estos planes con soluciones mágicas de un día para el otro no funcionaban, así que me puse a pensar… Y justamente, pensando, me di cuenta de algo terrible. El problema es que todo el tiempo me bombardean con soluciones fáciles y rápidas.
Me puse a pensar en como los cuatro pibes de entre quince y veinte años que casi me llenan de balas para sacarme el celular y una campera llegaron a este punto. Sacando cuentas, muy fáciles, llegué a la conclusión de que estos chicos crecieron en los noventa, la época en que todo era importado y lindo, la clase se media se comparaba autos, la media alta viajaba a Europa, Menem y sus secuaces regalaban al Estado completo, las fábricas cerraban y los obreros, los pobres, iban a la calle a ver como sobrevivían.
La época en que la deuda externa aumentaba, en dólares, al ritmo del hambre, para pagar los lujos de unos pocos, mientras muchos miraban de costado, para poder seguir comprando los productos del mundo en cómodas cuotas.
La época en que mi vecino menemista, el mismo que ahora pide policía para los pibitos, en lugar de pensar en lo que estaba pasando, me quería enseñar que el neoliberalismo venía a modernizar el país y que Domingo Cavallo era un genio.
¿Como podría mandar un padre sin trabajo a sus hijos a la escuela? ¿Debería gastarse la poca plata que tenía para que coman, en caso de tenerla, en guardapolvos, mochilas y cartucheras? ¿Cómo podría darles de comer sin mandarlos a trabajar a los subtes?
Antes creía que ser menemista era estar equivocado, ahora pienso que ser menemista es ser hijo de puta.
Quizá, en el mejor de los casos, estos chicos fueron víctimas del saqueo de los noventa. O quizá no, porque esta historia de hambre y miseria viene de mucho antes…
Resulta que las Villas (que ahora se llaman “Villas Miseria”) se formaron en las grandes ciudades luego de inmigraciones internas, por culpa de políticas nefastas de los diferentes gobiernos que nos fueron tocando.
Resulta que los que vinieron a vivir a estas Villas eran, en su mayoría, campesinos que no habían podido ir a la escuela, no por vagos, sino porque el estado no los proveía de ese derecho y, además, porque para comer todos los días, desde muy chicos tenían que ir a trabajar a los campos de unos señores, que se llaman “terratenientes”, muy adinerados, con estudio y capacidad para los negocios, pero con un absoluta incapacidad para ver las atrocidades a las que sometían a los demás.
Resulta que cuando estos inmigrantes llegaron acá, en busca de una oportunidad que los salve, terminaron estando peor que en el lugar en donde estaban antes, y fueron los pobres tipos a los que les tocó empezar con esta terrible cadena de desgracias.
Cuando me puse a pensar, llegué a varias conclusiones. La primera, que para solucionar los problemas, hay que pensar. Y leer, y saber.
Me di cuenta de que en la tele, en la radio y en la escuela, no nos dicen bien como son las cosas.
Resulta que los llamados “vacíos de cerebro” por este periodista, son personas (si, son personas) que quedaron rehenes de un sistema que cada día los aplasta mas.
Tristemente, me di cuenta de que no hay mucha gente, muchos “no vacíos de cerebro”, dispuestos a pensar, y mucho menos a pensar en los demás. De que hay mucha gente nadando en la superficie, y muy poca dispuesta a llegar al fondo de las cuestiones…



La semana que viene, cuando vaya a la asamblea vecinal, les voy decir que no tenemos que pedir más patrulleros ni policías, sino que tenemos que pedir más escuelas y docentes.
Que si le damos la oportunidad a estos pibes, esa que nadie le dio ni a sus abuelos ni a sus padres, ellos solitos, después, van a educar a sus hijos.
Que si empezamos a educar a los pibes, en vez de perseguirlos y extenderles la agonía, dentro de un par de años ya no vamos a tener mas problemas.
Les voy a decir que los “vacíos de cerebro” no son los que nunca tuvieron la oportunidad de ser educados y vivir dignamente, sino los que sí la tuvieron y ahora en vez de usar la cabeza para pensar en como resolver los problemas, la usan para ganar plata y aprovecharse de los mas pobres.

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1 comentario:

Unknown dijo...

Hay que prender fuego las villas!!! JAJAJAJAJA...
Hablando en serio, varias cosas.
1. Creo que el barrio es un concepto ligado a lo sentimental, no creo que haya una deficion tecnica, sino que el barrio es el espacio fisico que uno adopta como propio.
2. Yo no creo que este mal que los vecinos empiecen a organizarse, de hecho lo veo muy bueno. Lo problematico es que se equivoquen de rumbo o se queden en lo cortoplacista y simplista. Pero por algo hay que comenzar y eso es lo rescatable.
3. El corto de la Illia. Todo un tema!! Ahi no creo que haya victimas y victimarios, creo que solo hay politicos. Posiblemente, quizas me equivoque, la persona que realmente se queda en la calle si demuelen la villa no pudo ir al corte porque si no asistia al trabajo se quedaba sin el presentismo. Seguramente eran $20 menos en el sueldo pero es toda una fortuna si dudas.
4. Los cortes no solucionan nada y ayer pensaba justamente en lo vacio de cerebro que la gente puede llegar a ser. CORTAR UNA CALLE PORQUE LA HACE DOBLE MANO!!! Estamos al borde de la locura, que lo tiro. Despues vamos a cortar la 9 de Julio porque los Jacaranda nos babean el auto al pasar? Ay ay ay...
5. Estamos de acuerdo en la educacion. Pero no solo la educacion de los "negritos de mierda". Aca se necesita un proceso de educacion total. Para que los pibes tenga la oportunidad de elegir, para que tu vecino el menemista entienda que la solucion no son los policias en las esquinas, para que los policias dejen de robar y ser complices de los delincuentes, para que la justicia se aplique como corresponda y el ejemplo valga para que nadie cometa un delito, para que los docentes se dediquen a educar y no a charlar en los recreos y hacer paros porque ganan el doble o triple de lo que gana un obrero que se pasa ocho horas levantando bolsas en el puerto. En fin, por muchas cosas.

Podria seguir diciendo cosas, pero creo que seria repetitivo a lo que ya escribiste.

Un abrazo!